El
ministro del ramo, ha abierto la caja de Pandora, acuciado por las
estadísticas (163 kg/persona al año) y las tremendas imágenes de
nuestros convecinos hurgando en los contenedores para encontrar que
comer.
Pero
lo primero al abordar un problema es definirlo. Pues de lo contrario
podemos correr el riesgo de no solucionarlo o lo peor generar nuevos
problemas. Y como me dijo una vez un buen jefe mío cuando empezaba en el
mundo laboral, a ti Jesús, como técnico, se te paga por resolver los
problemas, no por generar nuevos.
Para
ello vamos a definir que entendemos por residuo alimentario y por
desperdicio alimentario. Pues no es lo mismo y no son sinónimos. Residuo
alimentario es el subproducto de la preparación y trasformación de los
alimentos, también entrarían dentro de esta definición los alimentos que
durante su manipulación (en su recogida, transporte, transformación,
distribución y venta e incluso en la preparación en el hogar) han sido
susceptibles de contaminación y que por lo tanto no son aptos para el
consumo humano. Dentro de esta categoría lo que se entiende por
subproductos tradicionalmente se empleaban en la alimentación animal,
hoy en día debido a la “empresarización” de la ganadería y a la
legislación que hay sobre ella, muchos de estos subproductos no son
reutilizables. Y su destino es el vertedero, otra solución pudiera ser
el compostaje. Pero muchas veces esta vía es más cara.
Mientras
que por desperdicio alimentario podemos entender aquellos productos que
han podido perder alguna de sus propiedades organolépticas o
nutricionales pero que su consumo no entraña ningún riesgo para la
salud. Aquí es importante distinguir entre fecha de consumo preferente y
fecha de caducidad. Tampoco son sinónimos. La legislación europea
determina que todo alimento debe llevar una de estas dos fechas. Su
diferencia estriba en que un alimento que ha superado la fecha de
consumo preferente es susceptible de ser consumido pero puede haber
perdido alguna propiedad nutritiva o sufrir alguna alteración
organoléptica bien de olor o sabor, disminuyendo o potenciándose. El
superar la fecha de caducidad sí que implica que el alimento no sea
comestible. Aunque actualmente debido a la mejora de los procesos y los
controles de estos y a los sistemas de envasado, algunas de estas fechas
son susceptibles de ser modificadas. Pero aquí hay dos posibilidades,
hay alimentos cuya fechas viene definida por la legislación (caso del
yogur, que ha abierto la polémica) y otros que son los fabricantes los
que la pueden determinar. Naturalmente estos se cuidan muy mucho en que
sus productos no sufran alteraciones al cumplimiento de la misma. Pues
su imagen depende de ello, lo mismo que los fabricantes de coches no
venden estos con las ruedas sin todos sus tornillos o sin un faro,
porque entonces perderían clientes. Y ya sabemos que con las cosas de
comer no se juega, y lo hemos vivido recientemente con las últimas
crisis alimentarias, como la de los pepinos en Alemania, en donde por un
error gubernamental el daño que se hizo a nuestro sector fue tremendo.
Además
últimamente y debido a los cambios en nuestros hábitos los fabricantes
suelen incluir instrucciones o recomendaciones de uso de los alimentos
para que estos preserven sus características. Algo que las nuevas
generaciones de consumidores desconocen, pues es anécdota verídica que
un compañero de carrera me pregunto asustado que la había pasado a su
planta de guisantes cuando se la había caído la flor y aparecido la
vaina. No sabía que los guisantes estaban dentro de la misma.
Los
que hemos visto a nuestras abuelas cocer hasta tres veces la leche y
conocimos las fresqueras aprendimos de pequeños muchas normas de uso y
conservación de los alimentos, que incluso en algunas religiones son
precepto (normas Koser y Halal), pues ancestralmente habían llegado a la
conclusión de la contaminación cruzada y del portador sano. Hoy en día
hay muchos brotes de gastroenteritis que intuyo son producto de malas
prácticas de manipulación de alimentos, y que se atribuyen a virus.
La tira de Oroz 31-01-2013
El
hecho del derroche de alimentos es otro defecto de nuestra moderna
sociedad pero para evitarlo a parte de cambiar la legislación que en
algún caso puntual puede ser necesario, la correcta solución, en mi
opinión, del problema pasa porque los productores no tiren los
excedentes de la producción para manipular los precios, los fabricantes
estudien quienes son sus clientes potenciales y adecuen los envases a
las raciones necesarias y a sistemas de apertura y cierre y junto con la
administración busquen posibilidades de uso de los subproductos algo
que muchas industrias están ya estudiando.
Mas
lo esencial es incidir sobre todo en la educación del consumidor. En su
formación como manipulador de alimentos, y en las buenas prácticas a la
hora de conservar los alimentos. En cumplir la regla FIFO lo primero
que entra es lo primero que debe salir. La sociedad ha evolucionado y
está evolucionando en usos y costumbres a la hora de comer. Ahora ya no
somos cazadores ni recolectores, y la mayoría trabajamos, si tenemos esa
suerte, en la industria y en los servicios: Nuestros hijos se sienten
más atraídos por las pantallas que en como sus abuelas o sus padres y
madres hacen la comida, y a veces estos por falta de tiempo recurren a
productos semi preparados o totalmente elaborados. Muchos comen en los
comedores del cole y luego pasan a los de las fábricas y por tanto se
está perdiendo la transmisión generacional.
Nota: Publicada el 14-02-2013.
Recibido y gracias. No me olvido del que tengo pendiente.
LC
Ya te he leído, suscribo todo lo que dices.
JA
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