Estos
días celebramos dos hechos transcendentales en nuestra memoria colectiva. De un
lado hace 40 años de las primeras elecciones democráticas en España, fueron un
15 de junio, y tuvieron un carácter constituyente. Aunque las nuevas
generaciones optan bien por matar al padre (metafóricamente) como Felipe VI,
bien por pensar que ellos inventaron la pólvora como los “nuevos” políticos.
Los cuales ya demasiadas veces nos demuestran sus lagunas culturales, fruto del
desastroso sistema educativo tanto como de la ausencia de diálogo
intergeneracional con sus predecesores o, lo que es peor, desinterés por el
mismo. El caso es que este hecho ha pasado con más pena que gloria, anécdotas
aparte, demostrando que enseguida nos acomodamos y olvidamos lo mal que lo pasaron
nuestros padres y abuelos para que nosotros y nuestros hijos pudiéramos disfrutar
del Estado de Derecho y de la Libertad que de este emana. Algunos sabemos por
recuerdos y vivencias de la infancia y preadolescencia que no siempre fue así.
También
en 1977, un 26 de junio en Barcelona, se produjo la primera manifestación con
el lema “Nosotros no tenemos miedo,
nosotros somos” queriendo recordar las revueltas que el 28 de junio de 1969 tuvieron
lugar cerca del pub Stonewall Inn en el barrio del Greenwich Village de Nueva
York.
Llama
la atención como ahora presumimos de estar a la vanguardia del reconocimiento y garantía
legal, enfatizó lo de legal,
de la libertad e igualdad sobre diferentes opciones sexuales. La realidad es
obstinada y a pesar de todo, legalidad incluida, continúan las agresiones
(sexuales y sexistas) y lo peor es que muchos de los protagonistas de las
mismas, suelen ser personas jóvenes, que han crecido sin conocer la represión
que sufrieron las anteriores generaciones. Y es que los prejuicios, (del lat. praeiudicium, 'juzgado de antemano' es el proceso de
formación de un concepto o juicio sobre alguna persona, objeto o idea de manera
anticipada. En términos psicológicos, es una actividad mental inconsciente que
distorsiona la percepción), no atienden ni a la edad ni a las ideologías.
Sólo basta releer lo que los “revolucionarios” hace aproximadamente un siglo
escribían sobre la homosexualidad, sus causas por supuesto de origen burgués, y
lo mejor como iban a erradicar esa lacra social.
También
sonroja el leer los manifiestos de los distintos partidos políticos, que con
motivo del día del orgullo sacan pecho por la causa, especialmente de los autollamados
progresistas, porque analizando con un poco de atención las fechas de los hitos
a favor de la igualdad sexual, de los cuales algunos se apropian, podemos calcular
lo que tardaron en tomar las primeras medidas legales. Lo que inocula la
sospecha que lo hicieron, y todavía parece que algunas formaciones políticas lo
hacen así, más por motivos electorales que por motivos humanos, de comprensión,
reconocimiento, justicia y restitución. Obligados, quizá, porque algunos de sus
afiliados, conocidos por sus cargos, optaron o han optado, como se dice
coloquialmente, por salir del armario.
Hablando
de la causa LGTBI, a veces ciertas demostraciones en defensa de la misma, caen
en la ordinariez, la vulgaridad y el “chabacanismo” y peor muestran
estereotipos, alejados de la realidad y la normalidad, incluso en algún momento
pretenden imponer una visión distorsionada, que se graba en el subconsciente y producen
el efecto contrario en personas mojigatas o cortas de miras y entendimiento.
Otra deriva es la caída en la mercantilización y consumismo en la que están
cayendo las distintas manifestaciones celebrativo-reivindicativas y que
conducen a la pérdida, evaporación o contaminación del objetivo de las mismas.
Tampoco
podemos olvidar una de las acepciones de la palabra orgullo, nos referimos al exceso
de estima hacia uno mismo y hacia los propios méritos por los cuales la persona
se cree superior a los demás. Esta superioridad, puede desembocar en la
arrogancia y la soberbia y acabar produciendo o provocando cierto rechazo,
menos precio y algunas veces hasta linchamiento o persecución mediática hacia
personas que manifiestan sin complejos su heterosexualidad, confundiendo o
identificando el término heterosexual como sinónimo de machismo y falocracia,
dándose la circunstancia y el peculiar olvido de que la mitad de las personas heterosexuales
son mujeres, la mayoría feministas y todas femeninas. Además distorsionando el
significado de lo que se entiende por igualdad de todas las diferentes opciones
sexuales, siendo estas: la heterosexualidad, la homosexualidad, la
bisexualidad, la transexualidad, la intersexualidad, la asexualidad u otras que
emergen y aún no sabemos cómo llamarlas, nos referimos a los que prefieren
interactuar o relacionarse con muñecos o robots, que por cierto no son nada
baratos y ni están al alcance de todos.
Como
en la famosa novela de Jane Austen todos debemos
aprender, como sus protagonistas, a controlar nuestro orgullo y superar nuestros
prejuicios, siempre desde el respeto hacia el otro y evitando la provocación,
per se. Por desgracia aún queda mucho camino por recorrer por parte de todos.
Nota: Publicado en El Blog del Suscriptor - El Español el 30-06-2017.
El 4-07-2017 la resaltan en su avance a los lectores "El despertador".
Publicado en Navarra Información el 05-07-2017.
El 4-07-2017 la resaltan en su avance a los lectores "El despertador".
Publicado en Navarra Información el 05-07-2017.
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