jueves, 7 de diciembre de 2017

A impuestos nórdicos, gestión nórdica

Entrado el otoño cuando la climatología arrecia, avisándonos del invierno, los “gestores” de las diferentes administraciones, que nos “gobiernan”, presentan, para su debate y aprobación, los presupuestos para el ejercicio, que pronto, va a comenzar.
Voces más experimentadas nos vienen explicando que a veces menos es más, la conocida curva de Laffer; que no hay fórmula mágica para ello, pero que hay que buscar el equilibrio entre impuestos directos e indirectos lo que se traduce simplificando para el contribuyente normal entre IRPF más contribuciones e IVA´s. También advierten que de nada nos vale tener la posibilidad de una fiscalidad propia si lo que hacemos en vez de sacar ventaja competitiva de ella, es ahuyentar a la inversión perdiendo posibilidades de aumentar el empleo y provocar que el ahorro se vaya a pastos más jugosos.
Es curioso lo que podemos denominar el efecto muga, lo que unos predican y llevan a cabo en su lado, justo hacen lo contrario en el otro. Lo que provoca y alimenta la suposición de una mano maquiavélica para conspirar contra nuestra singularidad y especificidad tan en entredicho en los debates de la reforma de la constitución como en el de la financiación autonómica, cuyo melón se partirá a partir de los resultados del 21 D en Cataluña.
De un tiempo a esta parte, y por motivos ajenos a nuestra voluntad, los españolitos hemos tenido que aprender de economía, ¡a la fuerza ahorcan!. Y por ello el debate además de en los plenos se da también en las sobremesas familiares y en los encuentros de amigos y cuadrillas. Así que nos encontramos que cuando alguno se queja de la nueva vuelta de tuerca en la fiscalidad navarra, los afines al cuadripartito, que algunos empiezan a llamar cutrepartito, lo justifican diciendo que “queremos servicios nórdicos pagando impuestos africanos”. A lo que los otros, cercanos a la oposición replican “con sueldos y condiciones laborales chinas difícil sacar para servicios nórdicos”. En medio de la discusión siempre aparece la tercera vía; la de aquellos (minoría) que les gustaría pagar más impuestos, siendo señal de que ganan más. Y que estarían más que contentos teniendo “servicios nórdicos, con sueldos nórdicos y por supuesto con políticos nórdicos”.
Nuestra presidenta se queja diciendo que ella no achicharra, ni asfixia a impuestos a los navarros. Mientras el consejero del ramo se nos desvela como un híbrido entre el sheriff de Nottingham Forest y algún mago de Howards a juzgar por su habilidad para dar cada año una nueva vuelta de tuerca a la fiscalidad.
Sus modificaciones provocan temblores en las carteras de los navarricos de clase media, ya que los de clase humilde ya no pueden ser más exprimidos pues bastante tienen con llegar a fin de mes, en una de las comunidades más caras, con sueldos de mini empleos o precarios; y los de clase pudiente o tienen la posibilidad de contratar a buenos asesores que les exoneran de pagar todo los que les toca o como el capital no tiene sentimientos, ni patria deciden trasladar su domicilio fiscal, algo que se ha puesto de moda, últimamente.
Los contribuyentes y votantes sabemos que la diferencia entre las mal llamadas izquierdas y derechas en la actualidad, salvo extremismos y populismos de reciente aparición, es, aparte de los ajustes fiscales de rigor, sobre todo y especialmente en la gestión de esas recaudaciones.
Y es aquí donde el ansiado cambio más brilla por su ausencia. Ya que lejos de lograr la cuadratura del círculo de los cuentas forales, se opta por la solución fácil de aumentar la recaudación para continuar con el gasto público, sin preocuparse por el déficit. Hecho confesado por el propio gobierno y quienes los sustentan sin el menor asomo de rubor. Pero tras dos años y medio siguen hablando de la herencia recibida, claro que para lo malo.
Lo que enerva a la mayoría es que se nos pida contención salarial, que ahorremos y se nos exija un buen uso de los servicios públicos, y por contra observemos falta de celeridad e incluso cierta permisividad ante las ocupaciones de edificios públicos, además de falta de rigor y seguimiento en la concesión de ayudas sociales como en el reciente caso del que podemos llamar “clan del Tenis”. Mientras la Sanidad no termina de reducir las listas de espera, en Educación las oposiciones y las listas traen de cabeza a los sucesivos equipos, y en Interior resulta que ahora no llegamos a cubrir los servicios, la causa la ley que ellos mismos aprobaron. Podemos seguir con una lista interminable, infraestructuras, medio ambiente, energía, vivienda,....
De ahí que algunos pidan políticos y gestión con estilo nórdico que sean coherentes, buenos gestores y si se les pilla en un renuncio, tengan la gallardía de dejar paso a otros. Claro que para eso hay que tener banquillo o saber fichar, algo inusual en nuestra política, y por supuesto vergüenza.


Nota: Publicado el 09-12-2018 en Diario de Navarra titulado "Más gestores y menos políticos" y en Navarra Información

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