Entrado
el otoño cuando la climatología arrecia, avisándonos del invierno, los
“gestores” de las diferentes administraciones, que nos “gobiernan”, presentan,
para su debate y aprobación, los presupuestos para el ejercicio, que pronto, va
a comenzar.
Voces
más experimentadas nos vienen explicando que a veces menos es más, la conocida
curva de Laffer; que no hay fórmula mágica para ello, pero que hay que buscar
el equilibrio entre impuestos directos e indirectos lo que se traduce
simplificando para el contribuyente normal entre IRPF más contribuciones e
IVA´s. También advierten que de nada nos vale tener la posibilidad de una
fiscalidad propia si lo que hacemos en vez de sacar ventaja competitiva de
ella, es ahuyentar a la inversión perdiendo posibilidades de aumentar el empleo
y provocar que el ahorro se vaya a pastos más jugosos.
Es
curioso lo que podemos denominar el efecto muga, lo que unos predican y llevan
a cabo en su lado, justo hacen lo contrario en el otro. Lo que provoca y
alimenta la suposición de una mano maquiavélica para conspirar contra nuestra
singularidad y especificidad tan en entredicho en los debates de la reforma de
la constitución como en el de la financiación autonómica, cuyo melón se partirá
a partir de los resultados del 21 D en Cataluña.
De un
tiempo a esta parte, y por motivos ajenos a nuestra voluntad, los españolitos
hemos tenido que aprender de economía, ¡a la fuerza ahorcan!. Y por ello el
debate además de en los plenos se da también en las sobremesas familiares y en
los encuentros de amigos y cuadrillas. Así que nos encontramos que cuando
alguno se queja de la nueva vuelta de tuerca en la fiscalidad navarra, los afines
al cuadripartito, que algunos empiezan a llamar cutrepartito, lo justifican diciendo
que “queremos servicios nórdicos pagando
impuestos africanos”. A lo que los otros, cercanos a la oposición replican
“con sueldos y condiciones laborales
chinas difícil sacar para servicios nórdicos”. En medio de la discusión
siempre aparece la tercera vía; la de aquellos (minoría) que les gustaría pagar
más impuestos, siendo señal de que ganan más. Y que estarían más que contentos teniendo
“servicios nórdicos, con sueldos nórdicos
y por supuesto con políticos nórdicos”.
Nuestra
presidenta se queja diciendo que ella no achicharra, ni asfixia a impuestos a
los navarros. Mientras el consejero del ramo se nos desvela como un híbrido
entre el sheriff de Nottingham Forest y algún mago de Howards a juzgar por su
habilidad para dar cada año una nueva vuelta de tuerca a la fiscalidad.
Sus
modificaciones provocan temblores en las carteras de los navarricos de clase
media, ya que los de clase humilde ya no pueden ser más exprimidos pues
bastante tienen con llegar a fin de mes, en una de las comunidades más caras,
con sueldos de mini empleos o precarios; y los de clase pudiente o tienen la
posibilidad de contratar a buenos asesores que les exoneran de pagar todo los
que les toca o como el capital no tiene sentimientos, ni patria deciden trasladar
su domicilio fiscal, algo que se ha puesto de moda, últimamente.
Los contribuyentes
y votantes sabemos que la diferencia entre las mal llamadas izquierdas y
derechas en la actualidad, salvo extremismos y populismos de reciente
aparición, es, aparte de los ajustes fiscales de rigor, sobre todo y especialmente
en la gestión de esas recaudaciones.
Y es
aquí donde el ansiado cambio más brilla por su ausencia. Ya que lejos de lograr
la cuadratura del círculo de los cuentas forales, se opta por la solución fácil
de aumentar la recaudación para continuar con el gasto público, sin preocuparse
por el déficit. Hecho confesado por el propio gobierno y quienes los sustentan
sin el menor asomo de rubor. Pero tras dos años y medio siguen hablando de la
herencia recibida, claro que para lo malo.
Lo que
enerva a la mayoría es que se nos pida contención salarial, que ahorremos y se
nos exija un buen uso de los servicios públicos, y por contra observemos falta
de celeridad e incluso cierta permisividad ante las ocupaciones de edificios
públicos, además de falta de rigor y seguimiento en la concesión de ayudas
sociales como en el reciente caso del que podemos llamar “clan del Tenis”.
Mientras la Sanidad no termina de reducir las listas de espera, en Educación
las oposiciones y las listas traen de cabeza a los sucesivos equipos, y en
Interior resulta que ahora no llegamos a cubrir los servicios, la causa la ley
que ellos mismos aprobaron. Podemos seguir con una lista interminable,
infraestructuras, medio ambiente, energía, vivienda,....
De ahí
que algunos pidan políticos y gestión con estilo nórdico que sean coherentes,
buenos gestores y si se les pilla en un renuncio, tengan la gallardía de dejar paso
a otros. Claro que para eso hay que tener banquillo o saber fichar, algo
inusual en nuestra política, y por supuesto vergüenza.
Nota: Publicado el 09-12-2018 en Diario de Navarra titulado "Más gestores y menos políticos" y en Navarra Información
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